Nuestro cuello es el testigo del dolor o la sobrecarga del estrés diario, síntomas tan manifiestos como comunes en nuestra sociedad.
La actividad cotidiana provoca que nuestro cuello no solo soporte el peso de nuestra cabeza, sino también el de todas las cargas y actividades físicas que realizan nuestros brazos a lo largo de la jornada.
Tampoco ayudan los comportamientos posturales de la mayor parte de los trabajos que realizamos en la actualidad, muchos de ellos relacionados con el uso intensivo del ordenador, que se ha convertido también en una importante herramienta de ocio para, por ejemplo, leer periódicos o artículos como este.
No es habitual que quien trabaja sentado frente a un ordenador se preocupe de tener una postura adecuada, con el cuello estirado, la pantalla a la altura de los ojos, la espalda recta y sentado de forma correcta. Sin embargo, una postura incorrecta lleva a la cabeza a inclinarse hacia delante y traslada así el peso a la parte delantera de la columna hacia el tórax. Esta postura hace trabajar mucho más a los músculos de la nuca, que acaban exhaustos al final del día, traduciéndose en dolor, producto de la sobrecarga.
Desde la neurocirugía también nos preocupamos por una higiene postural correcta que evite estas lesiones o retrase a futuro su aparición.
Además de los enemigos posturales, el principal peligro contuso de nuestro cuello son los accidentes de tráfico. La más frecuente de las lesiones es el mal llamado esguince cervical. Se produce por un golpe habitualmente por detrás que hace que el cuello se traslade hacia atrás de forma brusca. Esa deceleración y el golpe contra los elementos del coche hacen que los ligamentos y los músculos sufran una distensión y contractura súbita con el dolor que eso produce.
Pero nuestro cuello es también albergue de otras lesiones comunes como las hernias discales cervicales, que son la salida de sitio del núcleo pulposo que va hacia el canal medular, produciendo una compresión de los nervios.
Esa compresión produce dolor a nivel del brazo de una forma descendente hasta los dedos en los casos más extremos. Esta lesión suele ir asociada a hormigueos y, ocasionalmente, a pérdida de fuerza.
La frecuencia de hernias discales cervicales en la población general es ligeramente inferior a la de las hernias lumbares con la ciática. Pero el índice de curación es muy similar: un 90 por ciento con tratamiento médico en unas 6-12 semanas. Se consigue gracias al empleo de antiinflamatorios, analgésicos y corticoides. Y también con el empleo de la fisioterapia y/o un collarín cervical en las fases más agudas.
Solamente son quirúrgicas aquellas que presentan una pérdida de fuerza significativa, lesión en la médula espinal o fracasa el tratamiento conservador (o su repetición en periodos cortos impide al paciente realizar una vida socio-laboral normal).
Pese a lo que pudiera parecer, la cirugía de estas hernias no se realiza por la nuca, sino por la parte anterior del cuello, y se realiza quitando el disco que evita tocar la médula. Luego se coloca un injerto y se fija a las vértebras de arriba o abajo.
En los últimos años ha surgido un importante avance quirúrgico, una prótesis de disco que permite colocar un sistema que genera mayor movilidad.
Las lesiones cervicales son tan variadas y su afección tan heterogénea que en algunos casos pueden llegar a provocar alteraciones en la voz. Para la población en general es algo soportable y poco significativo, pero si el paciente emplea la voz como herramienta de trabajo (cantantes, locutores, actores…) es posible realizar una cirugía que también emplea la vía posterior si la hernia que la provoca es lateral.
Pero al margen de estos casos clínicos específicos, desde Neurocirugía Torres les invitamos a volver a la imagen con la que comenzábamos estas líneas y pensemos que podemos contribuir a que nuestro cuello no soporte en exclusiva el peso de la jornada.